El secreto oculto tras los eléctricos de FIAT desde los 70

El secreto oculto tras los eléctricos de FIAT desde los 70
FIAT 3½ HP el primer coche de la marca italiana, un ligero tres plazas

Si creías que la historia eléctrica de FIAT empezó con el 500e, te has quedado en la superficie. La verdadera semilla se plantó hace medio siglo, cuando la marca italiana jugaba con ideas que hoy parecen futuristas de barrio: coches diminutos para ciudad, baterías escondidas donde cupieran y una obsesión por hacer la electromovilidad de andar por casa. Esa mezcla de ingenio y cabezonería explica por qué los FIAT eléctricos actuales no son una moda pasajera, sino la evolución de dos prototipos pioneros que abrieron camino cuando casi nadie quería enchufes.

Antes de entrar en faena eléctrica, conviene entender el ADN de la casa. FIAT nace en 1899, en una Italia que estrenaba su revolución industrial. Desde el primer 3½ HP de 1900, un ligero tres plazas que apenas llegaba a 22 km por hora y del que se montaron ocho unidades, la marca tuvo un propósito casi obstinado: democratizar la movilidad. De Corso Dante a la factoría de Lingotto, con su producción a gran escala, y hasta Poughkeepsie, donde FIAT inauguró en 1910 su primera fábrica en Estados Unidos, la hoja de ruta fue clara. Hacer coches prácticos para las mayorías. Ese impulso, el que décadas después alumbró al Fiat 500 que motorizó a la Italia de posguerra, es el mismo que hoy sostiene su apuesta por los cero emisiones.

El X1/23 de Giovanni Michelotti

La primera revelación que nadie te cuenta es que FIAT se adelantó a su tiempo en 1972 con el X1/23. Diseñado por Giovanni Michelotti, era un biplaza urbano con 13,5 caballos, algo menos de 10 kilovatios. Una cifra modesta, sí, pero suficiente para el tráfico del Turín setentero. Lo importante estaba en la idea, no en el cronómetro. Con unos 80 kilómetros de autonomía, el X1/23 proponía una movilidad eléctrica compacta y posibilista, pensada para aparcar en cualquier hueco, gastar lo mínimo y moverse sin ruido. No llegó a producción, pero dejó una plantilla mental que en FIAT no se ha perdido. Un eléctrico no tiene que ser un cohete. Debe ser útil, fácil y urbano.

126 Vettura Urbana

Cuatro años después, en 1976, FIAT dobló la apuesta con el 126 Vettura Urbana. Aquí está el detalle que casi nadie recuerda. Incorporaba puertas correderas y mantenía cuatro plazas, un mensaje muy claro de uso realista en ciudad. Ese gesto de diseño no era capricho estético. Resolver el acceso en calles estrechas y aprovechar cada centímetro del interior siempre ha sido la especialidad de la casa. La movilidad eléctrica que imaginaba FIAT hace casi cincuenta años no iba de presumir de tecnología, iba de hacerse la vida sencilla al volante, incluso cuando las baterías pedían concesiones.

¿Por qué no se fabricaron en serie aquellos prototipos si ya olían a buen futuro? Por una razón que hoy suena obvia. La tecnología de almacenamiento de energía de los setenta no daba más de sí. Peso elevado, volumen descomunal para la capacidad disponible y costes que se iban de madre. Aun así, el camino quedó trazado. FIAT aprendió a empaquetar baterías en coches pequeños, a priorizar el uso en ciudad y a comunicar que la eficiencia puede ser aspiracional si se hace con gracia.

La gama Elettra, que acabará en el Panda, Cinquecento y Seicento

El siguiente gran salto llega en los noventa, y ahí ya no hablamos de prototipos. En colaboración con el Ministerio de Medio Ambiente italiano, FIAT lanza la gama Elettra, que convierte a Panda, Cinquecento y Seicento en urbanos de cero emisiones para la calle. Aquí vienen varios datos que dicen más de lo que parece. El Panda Elettra de 1990 montaba doce baterías de seis voltios, diez en el maletero y dos bajo el capó. Para hacerles sitio, se sacrificaron los asientos traseros. Prioridad total a la función. Con un motor de 9,2 kilovatios lograba 100 kilómetros de autonomía en ciudad, alcanzaba 70 kilómetros por hora y pasaba de 0 a 40 en unos diez segundos. En pleno tráfico urbano, eso es salir del semáforo con solvencia y no gastar una gota de combustible.

Ese Panda inició una discreta revolución. Luego llegaron el Cinquecento Elettra, entre 1992 y 1996, con un motor de 19 caballos y 15 kilovatios, 85 por hora de punta y los consabidos 100 kilómetros de autonomía urbana, y el Seicento Elettra. No fueron masas populares por precio y por las limitaciones de recarga de entonces, pero se hicieron un hueco en flotas corporativas y servicios municipales. FIAT aprendió otra lección clave. Los eléctricos funcionan si su caso de uso está bien definido. En trayectos cortos, con patrones repetibles y con una base de apoyo que sepa mantenerlos, encajan como un guante.

Llegan los e: 500e y 600e

Todo esto converge hoy en los 500e y 600e, los eléctricos de serie que dan continuidad al relato. Hay una línea recta entre el X1/23 y el 500e que quizá no ves a simple vista. Se llama empaquetamiento inteligente. Colocar la batería donde moleste menos a las personas y al comportamiento dinámico, liberar espacio interior y sostener un diseño reconocible. El 500e es la actualización eléctrica de aquel concepto simpático y simple. El 600e añade el punto de polivalencia que piden las familias urbanas, con una habitabilidad que, en esencia, se apoya en la misma filosofía que inspiró al 126 Vettura Urbana. En esta transición, FIAT pone fecha a su ambición. Acelerar hacia una gama de cero emisiones en 2025 y completar el salto a una oferta cien por cien eléctrica en 2030. No es un brindis al sol. Es la culminación de medio siglo probando, fallando y afinando.

Hay detalles que pasan desapercibidos y explican por qué FIAT está cómoda en la ciudad eléctrica. La elección de puertas correderas en el 126 Vettura Urbana no era una extravagancia, era un reconocimiento tácito de que el mayor enemigo del coche urbano no es la velocidad, es el espacio. El Panda Elettra renunció a los asientos traseros para que el peso y el centro de gravedad no arruinaran la maniobrabilidad. El Cinquecento Elettra se hizo fuerte en flotas que conocían su terreno, porque la infraestructura de recarga entonces no estaba pensada para el ciudadano de a pie. Aunque no se hablara de ello en titulares, FIAT iba resolviendo, uno a uno, los rompecabezas del coche eléctrico antes de que existieran los titulares.

También ayuda recordar que FIAT ya había dado el salto internacional muy pronto. La fábrica de Poughkeepsie en 1910 no es una anécdota sin más. Refleja la vocación de escala y la flexibilidad industrial que más tarde permitirían experimentar con series cortas como las Elettra. La experiencia de Lingotto en producción eficiente, esa cultura de optimizar procesos y repensar dónde poner cada tornillo, es la misma que hoy permite que un 500e sea competitivo sin perder encanto.

¿Y qué hay de la conducción? Los números fríos de los noventa cuentan parte de la historia, pero lo relevante es cómo se sentían estos coches. Aceleración inmediata a baja velocidad, silencio en el arranque, mantenimiento sencillo. Lo que en su momento parecía un exotismo de flota hoy es el estándar de un eléctrico bien hecho. Que el Panda Elettra hiciera 0 a 40 en unos diez segundos podría sonar a chiste en un circuito, pero en un centro urbano significa incorporarse con serenidad y sin sobresaltos. Es la misma lógica que guía al 500e actual. Máximo agrado de uso, mínima fricción.

La autonomía, siempre bajo la lupa, ya estaba bien planteada. FIAT no prometía viajes imposibles. Daba 80 o 100 kilómetros útiles y asumía que su coche eléctrico vivía en el radio de la ciudad. No hay nada más moderno que esa sinceridad. Hoy, con baterías que multiplican la capacidad y cargadores que brotan por toda Europa, esa filosofía sigue vigente. Definir el uso primero, dimensionar después.

Otro matiz poco contado es el papel del diseño industrial. Giovanni Michelotti no dibujó el X1/23 como un capricho futurista. Lo pensó como objeto cotidiano. Lo que diferencia a FIAT en este relato eléctrico es la capacidad de hacer deseable lo lógico. De convertir en simpatía lo que de otro modo sería una renuncia. Ese talento tiene continuidad en el 500e, que no necesita convencerte con cifras grandilocuentes. Te gana con proporciones, con tacto, con esa sensación de coche honesto que hace bien lo que promete.

FIAT ha recorrido medio siglo hasta aquí porque entendió algo básico antes que muchos. La electrificación no es un fin, es un medio para sostener su misión original. Aquella de 1899. Hacer coches accesibles que resuelvan la movilidad real de la gente. Por eso la meta de 2025 y 2030 no suena impostada. Suena a cierre de círculo bien pensado. Y por eso, cuando mires un 600e en doble fila recogiendo a los peques del cole, estarás viendo el eco del 126 Vettura Urbana abriendo sus puertas correderas en una calle estrecha de los años setenta.

No esperes grandes fanfarrias. En FIAT la revolución eléctrica se hace a la italiana. Con oficio, con sentido común y con un punto de desenfado. El secreto estaba ahí, a la vista, desde hace décadas. Lo difícil era verlo. Ahora, descubres por qué encaja. Y quizá, solo quizá, el próximo experimento ya está dando vueltas por un pasillo de diseño en Turín mientras lees estas líneas.