Prueba del Mazda 6e, el eléctrico que no nació Mazda y por eso convence más

Prueba del Mazda 6e, el eléctrico que no nació Mazda y por eso convence más
Mazda 6e no ha nacido en Hiroshima, pero se comporta como si hubiera ido a su escuela

Mazda no ha tenido una historia feliz con los eléctricos. El MX-30 enamoraba por diseño y por aquella rara extensión de autonomía con motor rotativo, pero era un producto poco convincente y las cifras de ventas lo gritaron a la cara. En vez de quemar miles de millones en una plataforma propia nueva, Mazda ha hecho algo sencillo y muy sensato: asociarse con quien ya sabe.

De dónde sale este coche

El Mazda 6e nace de una alianza con Changan, uno de los grandes fabricantes chinos por volumen. La base es el Changan Deepal L07. Mazda ha puesto su sello por fuera y ha afinado el conjunto para Europa. Aquí lo conocerás como 6e y, dato importante, es de tracción trasera.

No es una traición a la esencia de la marca. Es un atajo inteligente en un momento en el que el desarrollo de eléctricos se ha vuelto una carrera cara y vertiginosa. Y el resultado, sorpresa agradable.

Diseño que te hace mirar dos veces

El 6e mantiene las proporciones del L07, incluida esa zaga alta con pilotos elevados. A partir de ahí, los diseñadores de Hiroshima han esparcido su filosofía Kodo con puntería fina. La firma lumínica separa las luces diurnas de los proyectores principales ocultos en la zona oscura del frontal. Una solución muy de moda que aquí está especialmente bien resuelta.

Y luego está el color. El Soul Red Crystal sigue siendo magia líquida. Es de los mejores rojos del mercado, y no lo digo a la ligera.

Cuando la carretera se retuerce

Que sea de propulsión ya te pone en la pista. En carreteras de montaña el 6e se siente equilibrado y limpio de reacciones. La zaga empuja, el morro obedece y puedes hilar curvas sin que el coche te discuta. Fue una de las sorpresas más gratas de mi ruta. Solo otro coche me ha sorprendido más últimamente, el pequeño Inster, pero eso es historia para otro día.

Este comportamiento tiene lógica. Un reparto de pesos favorable, empuje en el eje trasero y una puesta a punto que no busca artificios. No es un deportivo de fin de semana, pero sí un eléctrico que te anima a elegir la carretera bonita.

¿Es un Mazda de verdad si no lo han hecho ellos?

La pregunta es legítima. Mi respuesta después de convivir con él es que lo importante no es el ADN, sino cómo se conduce, cómo se percibe y si cumple lo que promete. Mazda ha conseguido que su 6e se vea y sienta como un producto propio donde importa al usuario final. Ha evitado la inversión descomunal de una arquitectura desde cero y ha apostado por un socio que ya tenía los deberes hechos.

En un mercado europeo exigente, esta fórmula tiene recorrido si mantienes coherencia de marca y garantía de calidad. Al cliente le interesa que se vea bien, que vaya bien y que no le arruine el día. El 6e marca esas casillas.

Lo esencial en pocas líneas

  • Origen: basado en el Deepal L07 gracias a la alianza con Changan
  • Tracción: trasera, con tacto de conducción agradecido en puertos y enlazadas
  • Diseño: proporciones del L07 con sal y pimienta Kodo muy bien aplicadas
  • Luces: diurnas separadas y proyectores discretos integrados
  • Color: el Soul Red Crystal hace que medio mundo te pregunte por él

Veredicto sin lazo de regalo

El Mazda 6e no pretende demostrar quién tiene el ego técnico más grande. Va a lo práctico y, paradójicamente, eso lo convierte en un Mazda más convincente de lo que esperábamos en eléctrico. Si buscas un sedán a pilas con presencia, tacto honesto y una puesta en escena que te saque una sonrisa cada vez que lo veas al sol, ya tienes candidato. Y sí, aunque no naciera en Hiroshima, se comporta como si hubiera ido a su escuela de modales.