Prueba del Lancia Ypsilon: me ha callado la boca

Prueba del Lancia Ypsilon: me ha callado la boca
Lancia Ypsilon me ha callado la boca

Lo cogí con prejuicios. Muy fuerte. Un Lancia Ypsilon en 2024 sonaba a chiste viejo, a restyling eterno, a coche de alquiler con olor a ambientador barato. Pero no. Este nuevo Ypsilon es otra cosa. Es un Lancia de Stellantis, sí, pero con mucho más carácter del que esperaba.

Me subí al híbrido de 100 CV, versión mild hybrid con el tricilíndrico 1.2 turbo y sistema eléctrico de 48V. Mismo conjunto que el 208 y el C3. Pero aquí suena distinto. O mejor dicho, aquí no suena a nada. El aislamiento es una sorpresa. En ciudad parece que flotas. No hay vibraciones, y eso en un tricilíndrico tiene mérito.

Interior del Lancia Ypsilon

Interior de boutique pero con pantallas grandes

Lo primero que notas al sentarte es que no estás en un utilitario normal. Es muy diferente. Y no solo por la estética, sino por los materiales. Todo parece pensado para que te sientas en un hotel boutique. Asientos de tela tipo tweed, costuras claras, molduras suaves al tacto y esa especie de “mesa de centro” entre los asientos delanteros que aún no sé si me gusta o no, pero mola.

El sistema Uconnect de 10,25" va fluido. Tiene Android Auto inalámbrico y Apple CarPlay. La instrumentación digital también es de 10,25". Bien resuelto todo, sin florituras inútiles. Y lo más raro: la radio tiene botones. Físicos. Gracias, Lancia.

El motor no es un cohete pero tira

Los 100 CV dan para lo que tienen que dar. En ciudad se mueve con soltura, el empuje del sistema eléctrico al arrancar ayuda, y en modo eléctrico puro puedes avanzar a poca velocidad durante varios segundos. No es un híbrido como un Prius, pero tampoco es el típico microhíbrido que no sirve para nada. Aquí sí se nota.

En carretera va firme. No esperes reprís de deportivo, pero me sorprendió que no se venga abajo al subir un puerto o al adelantar en nacional. Lo llevé por una comarcal de curvas suaves y se comporta con dignidad. Dirección ligera, pero precisa. Y con buen agarre en curva.

La caja es manual de seis marchas. Corta y precisa. Pero reconozco que para este coche un automático no le iría mal.

Silencio y comodidad de segmento superior

Una de las cosas que más me ha flipado es el silencio a bordo. Y no es porque el motor no se oiga (que se oye si le aprietas), sino porque los ruidos de rodadura y aerodinámicos están muy bien filtrados. En autovía a 120 parecía que iba en un coche mucho más grande. Los asientos ayudan: blanditos, pero con buena sujeción lateral. Te abrazan sin meterte en una cápsula de rally.

En ciudad es ideal. Gira bien, se cuela por huecos y aparca fácil. La cámara trasera tiene buena resolución, y los sensores no pitan como si estuvieras a punto de matar a alguien. Detalles bien afinados.

Diseño italiano con acento francés

Por fuera, el coche tiene un aire retro-futurista que entra por los ojos. Los faros delanteros redondos con tecnología LED son una pasada. Te miran. Te invitan. No es un diseño agresivo ni deportivo, pero sí con personalidad. Se nota que Lancia ha querido dejar huella sin gritar.

La trasera recuerda un poco al Delta clásico, con el logotipo centrado y una firma luminosa que queda muy premium. Y lo más curioso es que mucha gente lo miraba por la calle, incluso sin ser una versión llamativa. No es un coche más. Y eso ya es mucho.

Consumos razonables y sin estrés

Durante la prueba, el consumo medio fue de 5,2 litros. Algo más que los 4,6 oficiales, pero realista. Sin hacer eco-driving ni buscar récords. Mucho tramo urbano y algo de carretera. En uso mixto, puedes estar por debajo de 5,5 sin despeinarte. Bien por un gasolina sin electrificación “seria”.

No tiene modos de conducción complejos. No hay pantallas de flujos de energía mareantes. Es subir, conducir y ya. Si necesitas más potencia o más gama eléctrica, este no es tu coche. Pero si quieres algo práctico, distinto y bien acabado, aquí tienes algo que no se parece a nada.

El eléctrico existe, pero no lo he catado

Hay una versión 100% eléctrica con 156 CV y 403 km WLTP, pero no he podido probarla. Lleva batería de 51 kWh y carga rápida en corriente continua hasta 100 kW. Sobre el papel pinta bien, pero la gracia del Ypsilon está también en lo sensorial: la dirección, el tacto, el aislamiento. Y eso, hasta no subirse, no se puede valorar.

Aunque si mantiene el mismo refinamiento que el híbrido, puede ser una alternativa muy seria a un Zoe o un Corsa-e. Y mucho más bonito.

Tecnologías que no marean

Tiene de todo lo que se espera en 2024: asistente de carril, control de crucero adaptativo, frenada de emergencia, reconocimiento de señales, luces automáticas. Pero todo sin estorbar. No hay pitidos constantes, ni correcciones que parecen bofetadas electrónicas.

También tiene apertura sin llave, cargador inalámbrico y un sistema de limpieza de aire en el habitáculo que no noté mucho, pero está ahí. Incluso tiene una IA que aprende tus hábitos y te propone rutas o música, aunque eso me dio un poco de mal rollo. No necesito que un coche sepa que escucho rock por la mañana y reggaetón por la tarde.

¿Es caro?

Sí y no. El híbrido parte desde unos 22.000 euros, aunque con acabado bueno (Edizione Limitata Cassina) se va a los 26.000 largos. ¿Mucho? Depende. Si lo comparas con un utilitario generalista, sí. Si lo comparas con lo que ofrece en calidad, diseño y confort, está bastante bien.

Es un coche que no parece barato ni lo pretende. Y eso también se paga. No busca ser un coche de masas. Quiere ser especial. Y lo consigue.

Lo bueno del Lancia Ypsilon

  • Aislamiento acústico sorprendente, especialmente en ciudad y autovía. Parece un coche de segmento superior.
  • Diseño interior cuidado, con materiales agradables y detalles originales como la “mesa” central.
  • Sensaciones de conducción refinadas en ciudad y carretera, con un equilibrio muy logrado entre confort y agilidad.

Lo menos bueno

  • Motor algo justo fuera de ciudad si vas muy cargado o quieres salir alegre de un peaje.
  • Espacio trasero limitado para adultos altos, sobre todo en viajes largos.
  • Precio elevado para un utilitario, especialmente en acabados altos o versión eléctrica.

Me bajé del Ypsilon sin querer decir nada. Solo sonreí. Porque no esperaba nada… y me lo dio casi todo.