Mazda Vision X-Compact: 3,83m, cero pantallas y una IA empática para retar al Renault 5
 
            Mazda ha levantado muchas cejas en Tokio con el Vision X-Compact, un prototipo urbano que no se limita a jugar con formas bonitas. Llega con una declaración de intenciones muy clara para el futuro del utilitario de la marca, justo cuando en Hiroshima se han quedado sin un Mazda2 propio. La idea no es quedarse en un ejercicio de estilo. La dirección técnica ha dicho que quieren llevarlo a producción y, si todo encaja, la ventana temporal apunta a 2027.
Lo primero que engancha es el tamaño y la postura. Mide 3.825 mm de largo, 1.795 mm de ancho y 1.470 mm de alto, con una batalla de 2.515 mm. Está por debajo del Mazda2 Hybrid en longitud por 9 cm y recorta en torno a 20 cm respecto al Mazda2 que todos tenemos en la cabeza. Puro formato urbano, pero con una presencia que no pide disculpas. Volúmenes tensos, pasos de rueda marcados y una zaga con un guiño innegable al Mini clásico que desata simpatías al instante.
El contexto importa. Mazda dejó de fabricar su Mazda2 a principios de año y el hueco lo cubre el Mazda2 Hybrid, que en realidad es un Toyota Yaris con logos de Mazda fruto de un acuerdo entre marcas. El Vision X-Compact funciona como una carta de amor al utilitario hecho por Mazda, con ese toque de personalidad que la firma defiende cuando no sigue el rebaño. Y aquí no lo sigue en absoluto.
La cabina rompe el cliché actual. No hay un televisor plantado en mitad del salpicadero. Ni una mega tablet. El interior respira minimalismo real, de los que devuelven el protagonismo al conductor. Volante clásico, cuadro de instrumentos, un soporte para el móvil junto al puesto de conducción y una palanca con pomo redondo de sabor analógico, aunque la transmisión sea automática. Mazda ha decidido no jugar al videojuego en marcha. Esta receta no solo tiene encanto, también reduce ruido visual y recuerda que, si ya llevas un smartphone capaz de todo, quizá no necesitas otra pantalla compitiendo por tu atención.
El otro gran golpe de efecto llega con la inteligencia artificial. Mazda habla de una IA empática, diseñada para detectar emociones y mantener una conversación natural con el conductor. No es el típico asistente que responde con frases prefabricadas. La propuesta es un compañero que “te entiende”, capaz de sugerir rutas, destinos o incluso actividades en función de tu estado de ánimo. Es una idea pensada para una generación que dialoga con la tecnología a todas horas. Suena sugerente, con un puntito inquietante, y abre un melón interesante sobre cómo deben acompañarnos los coches en el día a día sin invadir demasiado.
De puertas afuera, el Vision X-Compact tira de carisma. No revela motores ni baterías, y Mazda no ha dado un solo dato técnico más allá de sus dimensiones. Tampoco confirma el tipo de propulsión. Lo que sí deja claro es que representa su visión de movilidad inteligente. En tiempos de electrificación total, Mazda suele caminar a su ritmo. Puede que la versión de producción sea 100 por cien eléctrica, puede que no. Conociendo la tradición de la marca, no sería extraño ver soluciones poco convencionales. Pero hoy la noticia no es una cifra de potencia o una autonomía de escaparate, sino un enfoque de producto que prioriza la experiencia y una estética que no tiene miedo a desmarcarse.
En el tablero ya hay un rival al que mirar. Si el Vision X-Compact llega a las calles, se encontrará de frente con el Renault 5 E-Tech. Dos fórmulas con mucha personalidad para el mismo ecosistema urbano. Uno apuesta por el revival pop y la batería como bandera. El otro, de salir como lo insinúa, jugaría la carta del diseño japonés sin artificios, con una interfaz basada en conversación y sin la omnipresencia de pantallas. Es una forma diferente de entender la modernidad del coche pequeño, más centrada en lo humano que en el despliegue de widgets.
La proporción del coche también cuenta su propia historia. Con 2.515 mm de batalla en un cuerpo de 3,83 m, hay una promesa de agilidad urbana y una pisada que inspira confianza. No es un dato que te vuele la cabeza por sí solo, pero encaja con esa voluntad de que el coche se sienta compacto por fuera y completo por dentro. El enfoque recuerda a los mejores momentos de Mazda cuando la marca pone el tacto por delante de la pirotecnia.
El interior sin pantallas gigantes abre la puerta a algo que muchos conductores llevan tiempo pidiendo sin saberlo. Menos interfaz, más control. Lo que importa está a mano, el resto lo pones tú con el teléfono. Y si la IA cumple lo que Mazda promete, no hará falta navegar por menús interminables. Bastará con pedirlo con naturalidad y dejar que el sistema interprete el contexto, desde el tono de voz hasta tu ritmo del día.
Quedan incógnitas. No hay cifras de potencia, ni datos de baterías, ni consumos, ni pesos, ni precio estimado. Tampoco hay confirmación de fábrica o mercados. Lo que sí hay es voluntad de producirlo, algo que muchas veces separa a los prototipos de las maquetas de salón. Y hay una narrativa bastante clara sobre el papel que Mazda quiere jugar en el segmento del utilitario, con un coche que pone la experiencia como hilo conductor y la tecnología al servicio del conductor, no al revés.
Si la recepción es buena y los plazos encajan, 2027 asoma en el calendario como posible pistoletazo de salida. Para entonces el Renault 5 E-Tech ya habrá marcado terreno y la ciudad será un campo de batalla fascinante. En ese escenario, un japonés pequeño, carismático y sin pantallas gigantes puede convertirse en el contrapunto más refrescante. Mazda tiene un prototipo que apetece conducir y, por una vez, también apetece escuchar. La conversación con el coche acaba de empezar.
 
                     
             
            