¿Un eléctrico de 64.000 euros? El CEO de Ford desmonta el mito y avisa: sin ayudas, la fiesta se acaba

La revolución eléctrica llevaba años prometiendo cambiarlo todo, pero parece que la música se detiene cuando llega la cuenta. Jim Farley, CEO de Ford y tipo que no se anda con rodeos, ha dicho lo que muchos pensaban y pocos se atrevían a pronunciar en voz alta: la mayoría de los clientes no quiere un coche eléctrico de 64.000 euros. Ni aunque te lo pinten de azul eléctrico o te prometan que el café de la mañana vendrá incluido en el precio.
El precio de la electrificación: más alto de lo que imaginabas
Vamos al grano. Los coches eléctricos, esos que tanto molan por no tener tubo de escape y acelerar como un cohete en un semáforo, cuestan de media un 20% más que sus hermanos de combustión. El precio medio ronda los 35.000 euros, pero si te despistas y eliges algún extra (o simplemente buscas algo más grande que un patinete), la factura puede dispararse hasta los 64.000 euros. Y ahí es donde la mayoría de bolsillos empieza a sudar frío.
Incentivos: el motor invisible que mueve las ventas
Hasta ahora, gran parte del empuje eléctrico venía con truco: los incentivos fiscales. Gobiernos de medio planeta, cual hada madrina, ponían sobre la mesa ayudas para que el salto al coche eléctrico no diera vértigo. En Estados Unidos, por ejemplo, esos incentivos llegaban a 7.500 dólares por coche. Pero ahora algunos líderes mundiales han decidido cerrar el grifo y dejar que el mercado se defienda solo.
Jim Farley lo tiene claro: sin ese empujón económico, la demanda va a caer en picado. Habla incluso de una posible reducción del 50% en las ventas de eléctricos solo en EEUU. ¿Exagerado? Puede, pero su equipo de análisis de mercado no se caracteriza precisamente por jugar a la Ouija.
¿Adiós al boom eléctrico? Farley predice una industria mucho más pequeña
Durante un reciente evento del sector, Farley lanzó otra bomba: sin ayudas y con regulaciones menos estrictas sobre emisiones, el coche eléctrico podría quedarse en apenas el 5% del mercado estadounidense. Eso es volver a cifras prehistóricas si miramos la tendencia actual, donde ya rozaban el 12%. Parece que el sueño eléctrico se desinfla rápido cuando los números no cuadran.
¿La razón? Muy simple: a nadie le apetece pagar precios estratosféricos por un coche, por muy silencioso o rápido que sea. La gente quiere innovación, sí… pero también quiere llegar a fin de mes.
La paradoja del eléctrico caro: eficiente, divertido y fuera del alcance
Los eléctricos son cómodos, no huelen a gasolina y aceleran como si quisieran competir en las 24 Horas de Le Mans. El problema es que todo eso suena aún mejor cuando no tienes que hipotecar tu casa para disfrutarlo. Farley lo resume con una sinceridad brutal: “A los clientes no les interesa un vehículo eléctrico de 75.000 dólares (64.000 euros). Son interesantes y eficientes, pero son caros”.
La eliminación de incentivos lo complica aún más para los fabricantes, que ahora deben estrujarse los sesos para lanzar eléctricos asequibles sin perder dinero en cada unidad. Un reto mayúsculo al que ni siquiera Ford parece inmune.
¿Y ahora qué? El futuro del coche eléctrico ante su mayor prueba
La conclusión, si es que existe una definitiva, es que el futuro del coche eléctrico pinta menos glamuroso sin el apoyo institucional. Los fabricantes tendrán que reinventarse para ofrecer modelos atractivos y realmente accesibles si quieren evitar que la burbuja se pinche antes de tiempo.
Puede que pronto sepamos si Farley es un profeta del desastre o simplemente el primero en decir lo que todos sabían. De momento, una cosa está clara: el cliente manda y no está dispuesto a pagar lo que piden por subirse al futuro… al menos mientras ese futuro tenga un precio tan poco terrenal.