¿Subirán gasolina y diésel 45 céntimos por litro con el nuevo impuesto europeo?
Ir a repostar es como abrir un huevo Kinder. A veces toca sorpresa buena y otras no tanto. Este año incluso hemos tenido un pequeño alivio, con la sin plomo 95 moviéndose desde los 1,59 euros por litro de enero a unos 1,51, y el diésel desde 1,49 a 1,40. Pero no te acostumbres. Todo apunta a una fase alcista y no será solo cosa del precio del crudo o de las tensiones geopolíticas. Hay un nuevo invitado en la fiesta y se llama RCDE2.
¿Qué es el RCDE2?
RCDE2 es el nuevo régimen europeo de comercio de emisiones que la Unión Europea prepara para empujar una reducción real de gases de efecto invernadero. El objetivo es ambicioso, recortar las emisiones de CO2 un 62 por ciento en 2030 frente a 2005. Y no solo toca a la carretera. También salpica a la generación eléctrica, al transporte marítimo y a la aviación comercial. La idea es sencilla sobre el papel. Se ponen límites, se crean derechos de emisión y las compañías que vendan combustibles fósiles para estos usos tendrán que comprar esos derechos según el CO2 asociado a su actividad.
¿Dónde nos afecta a los conductores?
En el bolsillo. Las compañías que distribuyen gasolina y gasóleo asumirán un nuevo coste por cada tonelada de CO2 y lo normal es que trasladen ese coste al precio final. En los rangos que se barajan para el CO2, entre 48 y 122 euros por tonelada, la matemática empieza a tomar forma. Un litro de gasolina emite en torno a 2,3 kilos de CO2. Un litro de diésel, cerca de 2,6 kilos. Con esos factores de emisión, el peaje del CO2 añadiría unos 11 a 28 céntimos por litro en la gasolina y unos 13 a 32 céntimos en el diésel. Cuando sumas el IVA, que se aplica sobre el precio final, y el movimiento habitual de márgenes y logística, la subida percibida puede crecer un poco más.
¿De dónde salen los 45 céntimos?
De los escenarios tensos. Si el precio del CO2 se acerca al límite alto y, además, coincide con petróleo caro, mayor demanda por la llegada del frío y una pizca de nervios en los mercados, el efecto acumulado sí puede rozar cifras de ese calibre. No es una certeza, es un posible techo. También puede pasar lo contrario si el CO2 cotiza bajo y el crudo afloja. La clave es entender que el nuevo sistema añade una capa de coste estructural a los carburantes y eso empuja la tendencia al alza.
Es importante no perder de vista que las oscilaciones del precio no viven en una burbuja. El petróleo responde a decisiones de oferta, recortes o aumentos de producción, y a conflictos que alteran rutas y seguros. La demanda interna sube cuando baja el termómetro porque hay más calefacciones funcionando y más logística en marcha. Todo ese caldo de cultivo hará que el impacto del RCDE2 no sea uniforme ni inmediato. Lo notaremos en los próximos meses, con altibajos.
Más contexto para dimensionar el cambio
El comercio de emisiones no es un impuesto directo en surtidor, pero su efecto se parece. La compañía que te vende el carburante compra derechos por las emisiones que implican los litros que pone en el mercado. Si el CO2 sube a 100 euros por tonelada, el diésel arrastra del orden de 26 céntimos por litro solo por esa partida y la gasolina ronda 23. Si el CO2 se dispara por encima, el número crece. Si baja, se alivia. Sencillo y crudo, nunca mejor dicho.
¿Qué puedes hacer para amortiguar el golpe? No hay varita mágica, pero sí margen de maniobra.
- Conduce con suavidad y anticipación. Es lo que más reduce consumo sin gastar un euro.
- Revisa presiones y estado de neumáticos. Unos pocos psi de menos se notan en la cartera.
- Evita cargas innecesarias y portaobjetos montados sin uso. Aerodinámica y peso cuentan.
- Planifica repostajes y compara estaciones. La diferencia entre marcas y ubicaciones puede ser notable.
- Si haces mucha carretera, valora tarjetas descuento o programas de fidelización. Sumando, se nota.
- Mantén al día el motor. Filtros y aceite adecuados afinan el consumo.
¿Significa esto que el coche de combustión tiene los días contados? No mañana. Sí es claro que el coste de usarlo tenderá a subir, y que Europa empuja para que el CO2 tenga precio real en cada kilómetro. El RCDE2 busca que contamine quien contamina y que invertir en tecnologías más limpias sea lo que salga a cuenta. Si su aplicación se acompaña de alternativas viables y una red de transporte más eficiente, puede ser una palanca útil. Si no, solo será otro mordisco al bolsillo del conductor.
Mientras tanto, toca jugar bien las cartas. Vigila precios, conduce fino y elige bien dónde y cuándo llenas. Y si el surtidor te suelta un susto, respira hondo. Al menos esta vez ya sabrás por qué.