Prototipos, hype y bendito Jaguar C-X75, cuando los sueños se quedan en nada

Prototipos, hype y bendito Jaguar C-X75, cuando los sueños se quedan en nada
Jaguar C-X75, el unicornio británico

¡Que levante la mano el que no haya visto un concept car y haya pensado: "Eso no lo sacan ni de coña, sólo faltan las luces de neón y una máquina de humo"! Pero, ojo, la historia cambia cuando la cosa pasa de concept a prototipo. Aquí no hablamos de coche de salón para postureo con los colegas, sino de un pepinaco que casi se puede oler en tu garaje. "Casi", porque ya sabes cómo va esto: la industria automovilística y sus dramas de última hora.

De concept car a prototipo hay un cambio de rollo

Pensadlo. Un concept es como ese colega que siempre dice que se va a poner en forma pero nunca pisa el gimnasio. Es bonito, da que hablar, pero poco real. Un prototipo, en cambio, es el típico que ya se ha apuntado al gym, lleva una semana y media de dieta y hasta ha comprado camiseta nueva. Faltan detalles, pero va en serio.

Cuando te montas en uno de estos prototipos, sabes que los ingenieros han sudado la gota gorda, que hay pasta metida hasta en los tornillos, y que a lo mejor sólo hay dos o tres unidades en el mundo. Si la lías, igual dejas seca a la marca y a los tres becarios que están grabando vídeos para TikTok.

El Tesla Roadster, el Lotus disfrazado de futuro

Flashback a 2006. Te plantabas en Hethel y tenías delante el Tesla Roadster antes de que nadie supiera quién era Elon Musk más allá de PayPal. Era un Lotus Elise vitaminado, pero en vez de motor ruidoso, ¡baterías por un tubo! Y encima cambiaba de marcha a lo bestia, con una caja automática de dos velocidades que pegaba botes a 100 km/h. Una experiencia entre cyberpunk y carreras de karts.

He probado algún Roadster más “civilizado”, y la sensación eléctrica pura es brutal, todo par, toda respuesta inmediata. Pero entonces nadie apostaba mucho por esta rareza. Ahora que la electrificación en España avanza, aunque aquí todavía los puntos de carga parecen Pokémon, es curioso mirar atrás y pensar “tenía sentido, aunque nadie lo veía”.

Probar prototipos con presión a muerte: Aston Martin DBX

Hay días y hay DÍAS. Uno de esos es cuando llegas a las faldas de una fábrica recién levantada (en este caso la de Aston Martin en Saint Athan, Gales), y te lanzan a la montaña con el Aston Martin DBX. No solo llevas ingenieros de copilotos, sino que encima quieren tu opinión al momento, esperando que les digas si acaban de salvar a la marca o se la llevan puesta.

El DBX es grande, imponente, y con un V8 biturbo de 550 CV. Lo que más impresiona es que, a pesar del tamaño, se mueve de manera bastante digna para su volumen: de 0 a 100 en 4,5 segundos, tracción integral auténtica y un interior que mezcla cuero y gadgets como si fuera un yate con ruedas. Cuando lo conduje, tuve que reconocer que habían logrado lo imposible: un SUV que no se mueve como una paquetería SEUR cuesta abajo.

Jaguar C-X75, el unicornio británico

Vamos con el protagonista de la jugada: el Jaguar C-X75. Aquí la cosa se pone gorda, y no hablo sólo del diseño flipante, porque ese coche tenía lo que hay que tener para codearse con la trinidad de la época: LaFerrari, McLaren P1 y Porsche 918 Spyder.

El Jag apostaba por una locura: motor de 1.6 litros, fabricado por Williams, con 500 CV a 10.000 rpm. Eso y cuatro motores eléctricos que levantaban la cosa hasta los 850 CV combinados. Imagina esa patada en las costillas y un sonido mezcla de superbike y nave nodriza.

En 2013, en el circuito de Gaydon, unos pocos nos pudimos sentar detrás del volante. Chasis ágil, dirección precisa y sensación de algo único, diferente. El control de par eléctrico complementaba al motor térmico de una forma que entonces no tenía rival. Nada que envidiarle a los monstruos alemanes e italianos. El 0 a 100, por cierto, se decía que bajaba de los 3 segundos. Y la velocidad máxima coqueteaba con los 350 km/h… Ojo, que esto era hace una década.

¿Por qué no se fabricó?

Porque Jaguar no estaba para hacerse otro “XJ220” (si no lo conoces, búscalo, menuda historia de sueños y caídas). Demasiada competencia, demasiada inversión y eso de coincidir los astros con Porsche, Ferrari y McLaren sacando su artillería gorda a la vez, pues como que no. Y encima crisis, cambios en la demanda y ese eterno miedo británico a quemarse con los números.

Una pena de las que duelen al doble si te sientas a sus mandos, aunque sean sólo unas vueltas en un circuito de pruebas. De esas experiencias que, cuando bajas, piensas: este coche sí que se merecía rozar el asfalto español en algún puerto de montaña del norte, no quedarse en juguete para películas de James Bond.

El duelo de los hipercoches: cómo se siente de verdad

No lo digo por decir. He tenido la suerte y el placer (y yo qué sé, quizás el descaro también) de conducir a los rivales reales del C-X75: el McLaren P1 y el Porsche 918 Spyder. Cada uno tiene lo suyo, pero el Jaguar jugaba en la misma liga, en serio. El McLaren P1, con su V8 híbrido de 916 CV, brutal. El Porsche 918, todo par y tracción inteligente, 887 CV de empuje alemán. Pero el Jag tenía ese toque británico de locura simpática, sin perder la elegancia. Montarse era como entrar en un laboratorio loco de ingenieros con el té bien cargado.

Si ves un prototipo, corre detrás

A lo mejor nunca llegarás a ver uno rodando por la A6, pero de vez en cuando estos unicornios se dejan probar. Si tienes ocasión de ver, tocar o, ya la leche, conducir un prototipo (aunque sea eléctrico y feo), ni lo dudes. Que luego vienen los directivos con el “no es el momento” y lo guardan en un garaje en Coventry.

Mientras, los que cambiamos aceite y filtro cada año, seguiremos soñando con el día en que un C-X75 se deje caer por aquí para darnos una vuelta y presumir en Instagram.