¿Por qué Hyundai y Kia tropiezan en EE. UU.? Los obstáculos invisibles que no cuentan en los anuncios

¿Por qué Hyundai y Kia tropiezan en EE. UU.? Los obstáculos invisibles que no cuentan en los anuncios
Hyundai y Kia no consiguen levantarse en EEUU

Pocos saben que, detrás de cada Hyundai y Kia que ves rodando por las calles de Nueva York o Miami, hay una historia de diplomacia, burocracia y hasta algún que otro susto migratorio. El idilio de los fabricantes surcoreanos con Estados Unidos parecía ir viento en popa: inversiones millonarias, la megafactoría Metaplant en Georgia y promesas de miles de empleos para la economía local, todo muy de película ganadora de Oscar.

Pero la realidad se ha encargado de ponerle banda sonora de thriller a este romance. Y es que ni el mayor esfuerzo por integrarse en el mercado estadounidense ha librado a Hyundai y Kia de una serie de obstáculos bastante inesperados.

Un “bienvenido” con letra pequeña

La apuesta surcoreana era clara: fabricar coches eléctricos, híbridos y baterías directamente en suelo estadounidense. La jugada prometía consolidar su presencia y, de paso, evitar aranceles. Pero entonces irrumpieron dos protagonistas típicos de cualquier cinta estadounidense: las redadas migratorias y los aranceles sorpresa.

La Metaplant en Georgia, esa obra faraónica pensada para transformar la economía local, fue escenario recientemente de una de las mayores redadas migratorias en la historia del país. El objetivo era controlar el empleo irregular, pero el resultado ha sido retrasos en la producción, problemas para escalar la plantilla y un buen dolor de cabeza para quienes apostaban por la eficiencia coreana.

Aranceles: el enemigo invisible

Como si no bastara con el susto migratorio, llegó el turno de los aranceles. Estados Unidos impuso un 25% a los vehículos procedentes de Corea del Sur. La idea era proteger la industria local, pero lo cierto es que Hyundai y Kia, que llevan años invirtiendo en fábricas estadounidenses, han quedado en una posición incómoda: ni exentos de los aranceles ni completamente nacionales.

Mientras tanto, las negociaciones entre gobiernos avanzan al ritmo de una telenovela con capítulos eternos. Cada semana parece traer un nuevo “casi acuerdo” que nunca se concreta, dejando a las marcas surcoreanas expuestas a costes añadidos y a un panorama tan incierto como una carretera de montaña sin GPS.

El lado humano del tablero económico

Detrás de cada decisión comercial hay miles de trabajadores, proveedores y proyectos pendientes. La parálisis causada por las redadas afecta a la formación de técnicos cualificados y al ritmo de producción de baterías, pieza clave para el futuro eléctrico del automóvil.

Y por si fuera poco, el tira y afloja arancelario convierte cada previsión financiera en un juego de adivinanzas. Planificar una inversión multimillonaria cuando no sabes cuánto costará importar un solo coche puede sacar canas hasta al analista más zen.

¿Y ahora qué? El reto de reinventarse sobre la marcha

El caso de Hyundai y Kia es el ejemplo perfecto de que cumplir con todas las reglas no siempre garantiza el éxito en el mercado global. Las marcas surcoreanas han hecho los deberes: han invertido, creado empleo y apostado por la electrificación. Sin embargo, factores externos y decisiones políticas pueden cambiarlo todo de la noche a la mañana.

Mientras tanto, los consumidores estadounidenses siguen comprando coches coreanos sin imaginarse que, detrás del volante, hay algo más que motores eficientes: hay historias de resiliencia empresarial dignas de un blockbuster. Y sí, también alguna que otra carcajada nerviosa en las oficinas centrales cada vez que llega una nueva notificación desde Washington.

Quizá la moraleja sea que, en la industria del automóvil, no basta con pisar el acelerador. A veces toca esquivar baches invisibles… ¡y rezar para que no salga un nuevo plot twist desde la Casa Blanca!