Mark Reuss, CEO de General Motors, exige ser mejores que los chinos e impulsa I+D y baterías más baratas

Mark Reuss, CEO de General Motors, exige ser mejores que los chinos e impulsa I+D y baterías más baratas
Mark Reuss, presidente de General Motors, sin rodeos

General Motors no ha cruzado medio planeta para acabar haciendo calcos. El presidente de la compañía, Mark Reuss, lo ha dejado nítido y sin rodeos: hay que ser mejores que los coches chinos. No vale con mirar de reojo al vecino y replicar sus trucos, porque esa siempre es la peor estrategia cuando te juegas la pole position industrial. La respuesta de GM es otra mucho más ambiciosa. Pisotón al acelerador en tecnología propia, inversión sostenida en I+D y una hoja de ruta que combina dos mundos que muchos daban por divorciados: el eléctrico y el de combustión.

Contexto sin subtítulos

China domina la cadena de valor del coche eléctrico con una velocidad y una integración brutal. Manejan los costes como si los llevaran impresos en la palma de la mano y lanzan productos a un ritmo que marearía a cualquiera. Si quieres defender el garaje de casa, no basta con ponerse a copiar. Hay que subir el listón y cambiar el tablero. Ese es el mensaje.

GM juega con algo que pocas marcas pueden exhibir con tanta naturalidad. Es gigante en Estados Unidos y tiene una presencia muy relevante en China. Sus pequeños eléctricos han sabido hablar el idioma del coste y del uso urbano, mientras que sus berlinas de lujo compiten donde de verdad duele, en valor percibido y tecnología. Aun así, Reuss se muestra inconformista. El listón está arriba y la prioridad no es ser igual, sino mejores. Por eso suena contundente cuando afirma que no van a replicar la forma de hacer las cosas de otros.

La traducción operativa de esa filosofía es clara. Invertir de forma continuada en investigación y desarrollo. El dinero no se va a gadgets simpáticos de escaparate, sino a los pilares que hacen competitivo a un coche moderno. Baterías más baratas y con más autonomía real, electrónica de potencia más eficiente, software que no te haga acordarte de ese viejo navegador que te llevaba a un descampado y procesos productivos capaces de quitar gramos y céntimos sin quitar calidad. No hay atajo, tampoco magia. Hay ingeniería, proveedores alineados y volumen bien planificado.

Competir con precios agresivos

Las baterías se han convertido en el centro de la diana. Bajan los costes, mejora la densidad energética y se optimiza la gestión térmica para evitar sustos y alargar la vida útil. GM trabaja en ese triángulo virtuoso porque sabe que ahí se decide buena parte del partido. Competir con precios agresivos exige una base química y una arquitectura eléctrica afinadas. Si consigues más kilómetros por cada euro y recargas más rápidas sin penalizar la salud de la batería, el resto del coche empieza a caer de su lado por pura inercia. Esa es la lógica que comparten los gigantes que no quieren vivir de rebajas, sino de producto.

Pero Reuss no tira por la borda todo lo que huele a gasolina. Al contrario. Defiende una estrategia dual. La compañía se siente cómoda con una cartera que combina vehículos eléctricos y motores de combustión interna. No es una cuestión de nostalgia, es aritmética de negocio. El beneficio de hoy financia la tecnología de mañana. Las ventas actuales sostienen la reinversión en I+D, y ese flujo es el que permite acelerar en los eléctricos sin que tiemblen las cuentas. Mientras el mercado hace su digestión del coche a baterías, GM no piensa abandonar al cliente que mezcla carretera y remolque, o al que quiere autonomía sin mirar el enchufe. Pragmatismo con un toque de ambición, como esas recetas que salen bien porque no se empeñan en ser otra cosa.

Ser mejores que los chinos

¿Qué significa en la práctica eso de ser mejores que los coches chinos sin copiar su libreta? Varias cosas a la vez. Un producto que no solo sea competitivo en precio, sino convincente en eficiencia, calidad percibida y experiencia de uso. Un software que reciba actualizaciones que aportan valor real, no pegatinas digitales. Una red comercial que te acompaña durante el ciclo de vida del coche y no solo el día que firmas. Y una fabricación capaz de sostener márgenes sin perder fiabilidad, el terreno donde se ganan o se pierden reputaciones durante décadas.

La competencia china aprieta por abajo con urbanos eléctricos muy apañados y por arriba con berlinas que mezclan tecnología y diseño con poco complejo. La respuesta de GM pasa por acortar ciclos de desarrollo, modular mejor sus plataformas y aprovechar sinergias en todo lo que no ve el cliente pero paga igual. Menos variantes innecesarias, más componentes comunes, más volumen donde suma y personalización inteligente donde marca diferencia. Cuando el tablero está plagado de rivales, la eficiencia no se negocia.

También hay una parte de relato, porque el automóvil sigue siendo emoción. Prometer que no se copia y que se aspira a ser mejor suena a orgullo de fabricante de los de antes, y eso encaja con la piel de GM. Pero se convierte en algo creíble cuando va acompañado de inversión en serio y de un plan que no depende de golpes de efecto. Reuss lo liga a resultados presentes y a una visión sin dogmas. Ni eléctricos a cualquier precio, ni combustión por decreto. Tecnología bien aplicada y sentido de negocio.

Estrategia de fondo para ganar

Lo interesante es que esta postura no es una parada en boxes, es una estrategia de fondo. El objetivo no es ganar una carrera suelta, es el campeonato. El sprint de hoy puede ser chino, americano o de quien llegue con mejor relación coste valor. El título de mañana se decide en cómo recuperas inversión, cómo escalas soluciones y cómo conviertes un portafolio en algo coherente para diferentes mercados y bolsillos.

En un mundo tentado por copiar al mejor de la clase, la apuesta de GM es presentarse al examen con sus propios apuntes. Puede que sea más duro que mirar por encima del hombro, pero a la larga hace coches mejores y marcas más sólidas. Si la industria del automóvil nos ha enseñado algo, es que nadie gana mucho tiempo con trucos. Se gana con ingeniería, con procesos y con una idea clara de a dónde quieres ir. Y en Detroit tienen claro el destino. Ahora toca conducir hasta allí.