Jaguar Land Rover sigue sin levantar cabeza tras el hackeo

¿Quién hubiera pensado que una fábrica de motores podría quedarse más parada que un semáforo en rojo por culpa de unos y ceros? Pues eso mismo le ha pasado a JLR (Jaguar Land Rover), que tras un ciberataque masivo a principios de septiembre tuvo que apagar todos sus ordenadores, detener líneas de producción y cruzar los dedos para que nadie se llevara su receta secreta para fabricar 4x4.
La planta de Wolverhampton, conocida por dar vida a los motores británicos más refinados, será la primera en volver al ruedo. Eso sí, con marcha lenta. Los operarios tendrán que contener las ganas de apretar el acelerador, porque la vuelta será gradual y limitada durante las próximas semanas.
Un ataque informático con efecto dominó sobre toda la industria
El 1 de septiembre no sólo se paralizó la fabricación de coches en Reino Unido, sino que la onda expansiva llegó a todos los rincones donde JLR tiene fábricas. La compañía se vio obligada a bajar la persiana digital para proteger la información interna de posibles robos.
¿El resultado? No solo se detuvieron las cadenas de montaje, también se desató el caos entre proveedores y concesionarios. Pedidos de piezas atascados, vehículos sin matricular en uno de los días más intensos del año y miles de trabajadores mirando la pantalla del ordenador como si estuvieran esperando una señal divina.
Un regreso lento... y con mucho control
Aunque inicialmente JLR planeaba retomar la actividad el 24 de septiembre, la realidad se impuso: primero se aplazó hasta el 1 de octubre y luego, simplemente, a “en los próximos días”. Traducido del lenguaje empresarial: paciencia, que no queremos más sustos.
La reactivación será progresiva. Primero Wolverhampton, luego Merseyside y West Midlands, pero nadie se atreve a dar fechas exactas ni prometer cifras estratosféricas de producción. De momento, todo apunta a una vuelta con volumen restringido hasta que el sistema esté blindado y los robots vuelvan a entenderse con los humanos.
El impacto: millones en pérdidas y una cadena de suministros tocada
Cada día parado ha supuesto para JLR una factura estimada en cinco millones de libras. Sí, lo has leído bien: el equivalente a llenar el depósito de un Range Rover... unas cuantas veces. Si sumamos cinco semanas sin actividad, el agujero ronda los 50 millones semanales. No solo JLR ha sentido el golpe; sus proveedores, unos 700 repartidos por Reino Unido y dando empleo a más de 150.000 personas, también han tenido que apretarse el cinturón.
El gobierno británico ha salido al rescate garantizando un préstamo de 1.500 millones con el objetivo de sostener la cadena de suministros y evitar que desaparezcan empleos cualificados en regiones clave como West Midlands y Merseyside.
¿Y ahora qué? Mucho trabajo por delante… y alguna lección aprendida
JLR está restaurando poco a poco sus sistemas informáticos y ya ha logrado pagar a algunos proveedores. Pero la normalidad todavía está lejos. Hasta que no publiquen sus datos trimestrales no sabremos hasta qué punto este parón ha reducido su capacidad productiva. El año pasado por estas fechas salieron de sus fábricas más de 80.000 coches en tres meses; este año, la cifra será bastante menor.
Lo que está claro es que ningún fabricante está a salvo en la era digital: un hackeo puede paralizar una industria entera, hacer temblar cuentas bancarias y dejar a miles sin trabajo temporalmente. Si algo ha quedado demostrado es que hoy en día, además de motores potentes y carrocerías robustas, lo que necesitan las marcas es un cortafuegos tan fuerte como la parrilla de un Defender.
Así está el panorama en JLR: reinicio lento, pérdidas millonarias y una advertencia para toda la industria. Porque ya lo sabes: en el mundo del motor, el mayor riesgo puede venir… sin ni siquiera pisar el freno.