Ferrari 849 Testarossa: el último cabeza roja de una saga legendaria con más de 65 años de historia

Cuando escuchas el nombre Testarossa, probablemente te venga a la mente ese Ferrari ochentero con branquias laterales, espíritu de Miami Vice y un gusto dudoso por los trajes blancos sin calcetines. Pero lo cierto es que la historia del apellido “Testa Rossa” (sí, separado y con doble “s” en italiano) empieza mucho antes que Don Johnson y sus persecuciones televisivas. El flamante Ferrari 849 Testarossa no ha salido de la nada: es la punta de lanza de una dinastía que lleva revolucionando el automovilismo desde los años 50.
Ponte cómodo, porque vamos a repasar cinco modelos Ferrari “cabeza roja” que han marcado época. Prepara tu babero, porque esto va de leyendas sobre ruedas.
El origen mítico: Ferrari 250 Testa Rossa (1957-1961)
Todo empezó con un coche de carreras construido entre 1957 y 1961. Nació en una época donde los pilotos llevaban gafas de aviador y la seguridad era tan opcional como ponerle mayonesa al bocadillo. El 250 Testa Rossa fue concebido para el Campeonato Mundial de Coches Deportivos, que iba a limitar los motores a 3 litros en 1958. ¿La respuesta de Ferrari? Un V12 Colombo, seis carburadores Weber y un chasis que heredaba lo mejor del 500 TRC.
¿Y por qué “cabeza roja”? Pues porque los ingenieros pintaban de rojo la tapa de balancines del motor. Sí, amigos, a veces el marketing más emblemático surge con una simple brocha... pero menuda obra maestra salió: el 250 Testa Rossa es hoy uno de los clásicos de competición más codiciados del planeta y un habitual en subastas millonarias. Es, sin duda, el abuelo molón de la familia.
El último gran V12 delantero: Ferrari 330 TRI/LM (1962)
Si el 250 TR fue el pionero, el 330 TRI/LM fue el rockstar que se llevó la última ovación antes del cambio de era. Pensado para las 24 Horas de Le Mans de 1962, su nombre ya lo dice todo: “TRI” por Testa Rossa Independente (por su suspensión trasera independiente) y “LM” por Le Mans. Bajo el capó, un V12 de 4.0 litros que rugía como si no hubiera un mañana.
Este coche tiene el honor de ser el último Ferrari con motor delantero en ganar Le Mans. Después, Maranello mandó todos los motores detrás del conductor… y el resto es historia. El 330 TRI/LM es ese héroe crepuscular que cierra una época dorada a todo gas.
El mito pop: Ferrari Testarossa (1984)
Ahora sí, llegamos a la era del exceso capilar y las cintas VHS. El Testarossa presentado en 1984 es, probablemente, el Ferrari más reconocible para el gran público. Con sus líneas rectas y angulosas, las inconfundibles tomas de aire laterales y ese aire ochentero imposible de disimular, este modelo se convirtió en icono instantáneo. Si lo ves en color rojo, automáticamente suena una música synthwave en tu cabeza.
Pero no solo era una cara bonita: bajo su silueta se escondía un motor central trasero 5.0 V12 con más de 390 CV. Una bestia capaz de dejarte sin respiración, y sin puntos en el carnet, en cualquier recta. Fue la superestrella de los videoclips y posters adolescentes, pero también un prodigio técnico para su época.
La evolución refinada: Ferrari 512 TR (1991)
A principios de los noventa, Ferrari decidió afilar aún más su icono ochentero con el 512 TR. Este modelo mantuvo la esencia del Testarossa pero le dio un toque más maduro, como quien pasa de beber refrescos a disfrutar un buen espresso italiano.
Las branquias laterales seguían ahí, porque si algo funciona, no lo toques, aunque las líneas se suavizaron y el conjunto ganó en empaque visual. Debajo del capó, el mismo bloque V12 de 5 litros, pero ahora exprimido hasta los 428 CV y 491 Nm de par máximo. ¿La consecuencia? Un 0 a 100 km/h en solo 4,8 segundos y una velocidad punta de más de 313 km/h. No está nada mal para un “deportivo civilizado”.
El regreso inesperado: Ferrari 849 Testarossa
Y así llegamos al presente, con el lanzamiento del Ferrari 849 Testarossa. El nombre ha vuelto, pero no como remake nostálgico ni como guiño facilón al pasado. Este nuevo modelo representa la capacidad inagotable de Ferrari para reinventarse y honrar su legado al mismo tiempo.






¿Es un sacrilegio para los puristas? Algunos murmuran entre dientes… pero lo cierto es que la historia demuestra que el apellido Testa Rossa siempre ha sido sinónimo de innovación, potencia y un punto irreverente. Es ese toque rojo en la cabeza, literal y metafórico, que distingue a los Ferrari destinados a hacer historia.
Un linaje para fanáticos… y para escépticos
La saga Testarossa no es solo una lista de deportivos bonitos: es una línea temporal donde cada modelo supo adaptarse a su época sin renunciar a lo esencial. Desde los circuitos polvorientos de los años cincuenta hasta la cultura pop ochentera y los retos tecnológicos actuales, “Testa Rossa” ha sido siempre mucho más que un nombre pegadizo.
Así que la próxima vez que escuches hablar del nuevo Ferrari 849 Testarossa, respira hondo antes de indignarte por nostalgia. Recuerda que este apellido lleva seis décadas redefiniendo lo que significa ser Ferrari: pasión sin complejos, tecnología al límite y ese inconfundible toque italiano… con la cabeza bien roja y las ideas aún más frescas.
Ferrari lo ha vuelto a hacer. Y si eres fanático, o simplemente tienes buen gusto, solo puedes aplaudirlo.