¿Está Europa a punto de copiar la receta china para sobrevivir a la transición eléctrica?

¿Está Europa a punto de copiar la receta china para sobrevivir a la transición eléctrica?
¿Debería Europa mirar hacia China y copiar su modelo para no quedarse fuera de juego?

La industria automovilística europea está viviendo una auténtica montaña rusa. Y no hablamos de los nuevos SUV eléctricos ni de la fiebre por los coches compactos, sino del vértigo que sienten los grandes fabricantes ante la carrera por la electrificación. La pregunta que flota en el aire es clara: ¿debería Europa mirar hacia China y copiar su modelo para no quedarse fuera de juego?

El reto de electrificar un continente… sin descarrilar

En Bruselas se han puesto las pilas —y nunca mejor dicho— para impulsar la descarbonización del transporte. El objetivo es claro: en 2035, adiós a los coches de gasolina y diésel en la Unión Europea. Un plan ambicioso, sí, pero que empieza a levantar ampollas entre quienes tienen que llevarlo a la práctica.

Los gigantes del sector, desde fabricantes hasta proveedores de componentes, han unido sus voces para pedir a la Comisión Europea que reconsidere su hoja de ruta. Y no lo hacen precisamente con flores y bombones, sino con argumentos de peso (y alguna que otra indirecta).

China: el ejemplo que nadie quería copiar… hasta ahora

Durante años, Europa ha mirado a China con una mezcla de escepticismo y cierto aire de superioridad tecnológica. Pero resulta que el país asiático ha encontrado una fórmula que, al menos sobre el papel, parece funcionar mejor de lo esperado.

Allí, la transición hacia la movilidad sostenible no se limita solo a los coches eléctricos puros. En China existe una categoría llamada “nuevas energías” (NEV), donde entran tanto los eléctricos al 100% como los híbridos enchufables (PHEV). Esto permite sumar fuerzas y avanzar más rápido hacia la reducción de emisiones, sin dejar fuera a tecnologías que todavía tienen mucho que decir.

¿El resultado? Un mercado más flexible y dinámico, en el que los fabricantes pueden elegir el camino más adecuado según la tecnología disponible y las necesidades del consumidor.

La presión europea: menos prohibiciones y más opciones

Al frente de esta cruzada europea está Ola Källenius, CEO de Mercedes-Benz y presidente de la ACEA (la patronal automovilística del continente). Su mensaje es cristalino: “Sin fechas límite, sin prohibiciones radicales, con apertura tecnológica”. Si China ha triunfado con este enfoque, ¿por qué no adaptar algo parecido aquí?

No está solo en esta petición. Matthias Zink, máximo responsable del proveedor Schaeffler y presidente de la organización de componentes CLEPA, también defiende que regular menos la tecnología podría ser la clave del éxito. O, dicho de otra forma: “Si algo funciona en China, ¿por qué no probarlo nosotros?”

La idea principal es flexibilizar los plazos y permitir que los híbridos tengan un papel relevante en la transición. No todo pasa por el eléctrico puro; hay vida —y negocio— más allá de las baterías.

El temor al efecto boomerang

Las voces críticas alertan de un posible efecto secundario inesperado: si se prohíben los motores de combustión en 2035 y no se ofrecen alternativas realistas para todos los bolsillos, muchos consumidores podrían lanzarse en masa a comprar coches tradicionales antes de la fecha límite. El resultado sería un parque automovilístico envejecido y menos eficiente durante más tiempo. Justo lo contrario de lo que se busca.

Además, los fabricantes temen que centrar todas las inversiones solo en baterías eléctricas pueda poner en peligro miles de empleos y la supervivencia de uno de los sectores clave para la economía europea. No es poca cosa: hablamos de millones de puestos de trabajo directos e indirectos.

¿Flexibilidad o rigidez? El dilema europeo

El debate está servido. Por un lado, Bruselas quiere liderar la lucha contra el cambio climático con medidas ambiciosas. Por otro, la industria pide sentido común y margen para adaptarse a una realidad cambiante.

¿La solución? Quizá esté en ese “mix” tecnológico que tan bien le ha funcionado a China. Apostar solo por el coche eléctrico es jugárselo todo a una carta. Dar espacio a los híbridos enchufables podría ser el salvavidas que necesita Europa para no quedarse atrás en la carrera global.

¿Imitar o innovar?

La industria europea ha dejado claro que no quiere ser un espectador más en el partido de la movilidad eléctrica. Prefiere jugar con sus propias reglas… aunque eso implique copiar alguna jugada maestra del rival asiático.

¿Veremos pronto una revisión de las normas europeas? ¿O Bruselas mantendrá su apuesta a todo o nada por el eléctrico puro? El tiempo dirá si en este caso copiar es sinónimo de avanzar o simplemente una forma elegante de admitir que, a veces, el alumno puede aprender del maestro.

Mientras tanto, fabricantes y conductores cruzan los dedos para que el futuro no les deje tirados en el arcén.