El ciberataque a Jaguar Land Rover implica pérdidas millonarias, fábricas paradas y un sector en vilo

Septiembre de 2025 será, para Jaguar Land Rover (JLR), ese mes que nadie en la empresa querrá recordar… o mencionar en la comida de Navidad. Lo que empezó como un rumor en los pasillos se convirtió en el mayor apagón industrial de su historia: un ciberataque, de esos de película, paralizó todas sus fábricas en Reino Unido y Eslovaquia. El resultado: ni un solo 4x4 ha visto la luz desde el 1 de septiembre. Cero. Ni un Defender, ni un Range Rover, ni siquiera un Discovery para dar una vuelta por el campo.
La magnitud del desastre es difícil de digerir. En condiciones normales, JLR produce unos mil vehículos al día. Así que no hablamos solo de coches acumulando polvo en la línea de montaje, sino de una auténtica fuga de billetes: la marca pierde unos 10 millones de dólares diarios —aproximadamente 8,5 millones de euros—. Si tienes calculadora a mano: en un mes la cifra ya roza los 300 millones y las estimaciones más pesimistas ponen el contador por encima de los 1.000 millones de dólares. Para hacerse una idea, es como si cada día se hubiera lanzado un Range Rover bañado en oro… al fondo del Támesis.
Un ataque sin precedentes… y con consecuencias de película
Todo comenzó a finales de agosto, cuando los sistemas informáticos de JLR dijeron “hasta aquí hemos llegado”. De repente, los robots se quedaron mudos y las bandas transportadoras dejaron de moverse. Todos esperaban que fuera un susto pasajero, pero nada de eso: la producción se detuvo en todas las plantas, desde las británicas hasta la factoría eslovaca. Si pensabas que esto solo pasaba en las series o en empresas pequeñas, piénsalo dos veces: este gigante emplea directamente a 33.000 personas en Reino Unido y hasta 100.000 si sumamos toda la red de proveedores.
El ataque dejó al descubierto una vulnerabilidad alarmante para toda la industria y obligó a los concesionarios a volver al papel y bolígrafo para tramitar ventas y servicios. Sí, como en los años ochenta pero sin pantalones de campana.
El gobierno británico sale al rescate
Cuando una marca tan grande se tambalea, el efecto dominó puede ser demoledor. JLR no solo da empleo directo a miles de personas, sino que sostiene una cadena de suministro con 700 proveedores. La situación era tan urgente que el Gobierno británico tuvo que intervenir con una garantía de préstamo de 1.700 millones de euros (1.500 millones de libras) para evitar que la crisis arrastrara a todo el sector como una avalancha.
El propio ministro de Industria, Chris McDonald, fue claro: las prioridades son reactivar JLR lo antes posible y proteger la salud a largo plazo del tejido industrial asociado. No se trata solo de salvar una marca icónica, sino de evitar que el “efecto mariposa” colapse buena parte del empleo industrial británico.
Un golpe en el mejor momento
A veces la mala suerte no avisa… y suele llegar cuando menos te lo esperas. JLR venía de un año brillante: en 2024 vendió 375.500 coches —con unos beneficios históricos de 2.600 millones de libras— y el Defender se había convertido en su estrella con 110.000 unidades vendidas. Para entenderlo, nunca antes había sido tan rentable fabricar todoterrenos británicos (ni siquiera cuando James Bond usaba Land Rover para perseguir villanos).
Y para hacer el drama aún más dramático: justo ahora Jaguar está en pleno proceso de “reinvención”, preparando su regreso con un cambio radical para 2026. Vamos, que el calendario no podía ser menos oportuno para un cortocircuito digital.
¿Qué pasa ahora? Parálisis total… y vuelta al papel carbón
Mientras miles de trabajadores aguardan la luz verde para volver al tajo y los proveedores cruzan los dedos, la empresa sigue contando pérdidas y tratando de recuperar sistemas críticos. Por si fuera poco, tras asegurar inicialmente que ningún dato sensible había sido robado, días después JLR tuvo que admitir que cierta información sí se vio comprometida. Eso sí, prometen que están reforzando sus defensas para que no vuelva a ocurrir… aunque más les vale; otra así y el susto sería difícilmente reparable.
En los concesionarios más de uno ha tenido que desempolvar la máquina de escribir (si encuentran cinta) o improvisar trámites con papeles por triplicado. Para muchos empleados jóvenes es casi ciencia ficción: “¿Así vendían coches nuestros abuelos?”
Una lección para toda la industria
El caso Jaguar Land Rover ha sido una llamada de atención brutal para todos los fabricantes europeos. El viejo mantra del “esto solo le pasa al vecino” ha quedado desterrado: cualquier empresa, por robusta que sea, depende hoy más que nunca de sistemas digitales vulnerables.
La moraleja es clara: invertir en ciberseguridad ya no es opcional, es cuestión de supervivencia industrial. Y sí, incluso los todoterreno más duros pueden ser víctimas del enemigo más silencioso e inesperado… ese que viaja por la red y no necesita ni barro ni gasolina para dejarte tirado.
Un ciberataque ha logrado lo impensable: parar por completo a uno de los gigantes del automóvil europeo en su mejor momento histórico, desencadenando pérdidas multimillonarias y forzando al gobierno británico a intervenir para salvar miles de empleos y proveedores. Si pensabas que lo peor ya había pasado tras la pandemia o la crisis de los semiconductores, prepárate: bienvenidos a la era donde el mayor peligro puede estar… a golpe de clic.