Carlos Tavares mira a Elon Musk y sentencia que Tesla está sobrevalorada y que BYD les pasará por encima

Carlos Tavares mira a Elon Musk y sentencia que Tesla está sobrevalorada y que BYD les pasará por encima
Tavares, ex Stellantis, ataca a Tesla y aplaude BYD

Carlos Tavares llevaba tiempo callado y cuando alguien así reaparece no suele hacerlo para saludar. Un año después de su salida de Stellantis con una indemnización de 23,1 millones, el antiguo jefe del grupo vuelve al escenario con libro bajo el brazo y una batería de opiniones que no buscan amigos. La diana principal es Elon Musk. La munición, Tesla. Y el veredicto, sin anestesia.

Según Tavares, Tesla está sobrevalorada. Lo remata con una predicción que huele a cable pelado. La pérdida de valor en bolsa será colosal porque su valoración es estratosférica. Añade que no tiene claro que la compañía siga existiendo dentro de diez años. No se queda ahí. Apunta que Musk podría abandonar la industria del automóvil para centrarse en robots humanoides, SpaceX o la inteligencia artificial. Nada de medias tintas. Ni de paños calientes.

No es un calentón de un día. El portugués ha cocinado estas ideas mientras escribía su libro Un piloto en el corazón de la tormenta, un repaso a sus años en Stellantis y a lo que veía desde la silla grande. Durante su mandato, su primer foco fue Tesla. Aquella era la era de la electrificación a todo gas, del efecto halo de los eléctricos de Palo Alto y de una promesa de márgenes de software que hacían salivar a medio sector. Con el tiempo, el brillo de Tesla se matizó y emergió con fuerza un rival que juega otro partido. BYD.

Tavares subraya la palabra eficiencia. A su juicio, BYD superará a Tesla por pura capacidad industrial. No habla tanto de coches espectaculares como de la disciplina casi quirúrgica con la que los chinos bajan el coste por vehículo, integran baterías propias y optimizan cada minuto de fábrica. En esa liga, los segundos cuentan. Y los euros también. Si hay un terreno donde Tesla no puede permitirse perder el paso es justo ese.

El golpe es interesante porque reconoce la innovación de Tesla. La denomina un grupo innovador. Pero elogia más la ejecución de BYD. Eso, en la práctica, significa que la batalla no está en la pantalla central ni en el 0 a 100. Está en la línea de montaje, en la logística de celdas LFP, en la estandarización de plataformas y en cómo se negocia cada tornillo. El coche eléctrico ha pasado del laboratorio al Excel. Cuando eso ocurre, los fabricantes que dominan la cadena completa desde el mineral hasta el motor corren con viento a favor.

El contexto europeo pesa en su discurso. Tavares vivió la presión de competir con Tesla mientras intentaba cuadrar las cuentas de marcas con historias muy diferentes dentro de Stellantis. Primero se midió con el referente californiano, luego viró. Cuando Tesla empezó a flexibilizar precios y a hundir el listón del mercado, las chinas crecieron a ritmo de cohete. Para entonces, la prioridad era otra. Blindar márgenes frente a una guerra de precios que no daba tregua y aprender a pensar como un proveedor de tecnología tanto como como un constructor de coches.

En ese punto, su advertencia sobre Musk suena menos personal y más industrial. Si el máximo responsable decide concentrarse en humanoides, cohetes o IA, Tesla perdería parte del magnetismo que la ha hecho moverse a una velocidad que desespera a los viejos fabricantes. La marca ha vivido de hacer lo difícil antes que nadie y de comunicarlo mejor que todos. Sin Musk al volante mediático, el relato cambiaría. No se convierte en una marca cualquiera de la noche a la mañana, pero el impulso se nota. En automoción, el liderazgo es medio depósito de combustible.

Ahora bien, cuando alguien pronostica que Tesla podría no existir en diez años, la frase pesa. En bolsa, los conceptos se vuelven números. Estratosférico puede convertirse en gravitación. Tesla ha justificado valoraciones extraordinarias prometiendo una combinación de crecimiento, liderazgo en software y capacidad de imprimir margen donde otros imprimen acero. Si ese cóctel se enfría y BYD impone una ley de costes severa, el mercado hará sus cuentas.

No es casual que Tavares insista en eficiencia. Los costes del eléctrico no se comportan como los del térmico. La batería manda y la escala multiplica. Quien controla química, pack, arquitectura y logística tiene un factor de ventaja que no se arregla con un facelift. BYD ha construido una autopista propia desde la celda al coche. Tesla, por su parte, ha innovado en arquitectura eléctrica, manufactura y software, pero convive con proveedores y complejidades que en China se resuelven dentro de casa. En una década así, cada punto de rendimiento operativo pesa como una losa o como un flotador.

También hay lectura geopolítica. La apertura del mercado europeo a marcas chinas ha puesto nervioso al viejo continente y ha llevado a replantear aranceles y ayudas. En ese tablero, la tesis de Tavares es simple. O compites en eficiencia o te conviertes en nicho. Y competir en eficiencia significa aceptar que un rival como BYD no busca glamour, busca volumen con margen. Musk ha jugado a ser ambas cosas al mismo tiempo. Un truco que exige una coordinación milimétrica entre fábrica, software, energía y finanzas.

La entrevista se siente como un derechazo que busca despertar a una sala entera. No hay nombres de modelos ni comparativas de fichas técnicas. Hay estrategia pura. Un ex CEO que, libre de la corbata de un consejo, se permite decir lo que muchos piensan en voz baja. Que el ciclo del eléctrico ha entrado en su fase aburrida y determinante. Que la innovación ya no es el titular, es la condición necesaria. Que el brillo de marca no paga las facturas si la cadena de valor no encaja.

Queda por ver cómo encajan estas palabras en un mercado que no da respiro. Tesla continúa entregando productos que arrastran fidelidad y software que engancha. BYD sigue puliendo costes a golpe de escala y química. Los europeos ajustan planes y plantas mientras se reparten entre premium y pragmatismo. Tavares ha puesto el dedo en una llaga que duele a todos. Y lo ha hecho con la frialdad de quien ha estado en la sala de máquinas y sabe lo que pesa cada tornillo.