Acaba de caer el récord diésel 2.831 km con un depósito en un Skoda Superb 2.0 TDI
Un piloto profesional acaba de poner patas arriba la conversación sobre el diésel con un dato que huele a récord. Miko Marczyk, vigente Campeón de Europa de Rally, ha recorrido 2.831 kilómetros con un solo depósito a los mandos de un Skoda Superb 2.0 TDI de 150 CV. Salió de Polonia, llegó a Disneyland París, saludó a Mickey y regresó a casa sin pasar por la gasolinera. El cálculo manda un consumo medio de 2,61 litros cada 100 kilómetros, muy por debajo de los 4,8 oficiales. El reto se completó a principios de marzo tras una preparación cuidadosa que empezó meses antes.
Marczyk tiene 29 años, vive del crono y en su tiempo libre se entretiene ahorrando combustible. Hace más de 120.000 kilómetros al año y reconoce que cada euro cuenta. La historia arranca como una competición entre amigos para ver quién gastaba menos y ha terminado con un viaje de ida y vuelta al corazón de Francia con una cifra que suena a ciencia ficción para un coche de serie.
El protagonista mecánico es un Škoda Superb de cuarta generación con el motor 2.0 TDI de 150 CV, tracción delantera y cambio automático DSG de siete relaciones. Calza llantas de 16 pulgadas y rueda como salió del concesionario salvo por la suspensión Sportline que baja 15 milímetros la carrocería. Ese pequeño ajuste ayuda a reducir la resistencia aerodinámica y, cuando vas a pelearte con cada centilitro, el aire es el rival invisible a batir.
Nada fue improvisado
El coche llegó a su garaje en noviembre de 2024 y antes del intento ya sumaba unos 20.000 kilómetros. Ese rodaje sirvió para conocer a fondo la respuesta del conjunto y para algo que los que hacen muchos kilómetros ya saben de memoria. Un neumático recién estrenado no es el mejor aliado del consumo. Con algo de desgaste rueda más ligero y la diferencia se nota en el surtidor y en el ordenador de a bordo.
La estrategia de conducción habla de precisión quirúrgica. Velocidades alrededor de 80 por hora, modo Eco activado, aceleraciones suaves y frenadas contadas con cuentagotas. Por delante circulaba un coche de apoyo a entre dos y tres kilómetros que le iba cantando lo que venía. Pendientes, peajes, puntos donde levantar el pie con antelación para llegar con inercia. Si frenas has perdido, si anticipas el coche navega y el gasto cae.
Los números del depósito refuerzan el récord. Con 66 litros, completar 2.831 kilómetros deja ese promedio de 2,61 litros a los cien que, traducido, significa estirar cada litro hasta casi 38 kilómetros. Para un coche grande, cómodo y automático, es un golpe sobre la mesa. La cifra oficial combinada de 4,8 litros ya era buena. Este dato la deja en la portería contraria con un regate de pura técnica.
No todas las etapas del viaje fueron amigas
Alemania puso la nota áspera con temperaturas cercanas a un grado por la noche y largos tramos de subida. Frío y pendiente son enemigos jurados del consumo porque el motor trabaja más y la gestión térmica pierde eficiencia. En Francia, en cambio, se alinearon los astros. Hubo un tramo de unos 200 kilómetros con viento de cola y el ordenador marcó 2,2 litros a los cien. Cuando Eolo sopla a favor el TDI casi respira por sí solo.
El contexto político y regulatorio no ha sido amable con el diésel en los últimos años. Europa aprieta las emisiones y muchos dan por amortizada esta tecnología en turismos. Pero si haces mucha carretera, viajas con frecuencia y valoras parar lo justo, el gasóleo sigue teniendo argumentos. Autonomía kilométrica, repostajes de cinco minutos y una red que no exige planificar más que un café. Este récord no cambia las normas, pero recuerda que la eficiencia real no se mide solo en laboratorio.
El mérito está también en cómo se ha combinado lo humano y lo técnico. Un conductor con sensibilidad de rally, una berlina afinada pero de serie, una preparación con cabeza y una ejecución constante. No es un ritmo de viaje que vaya a replicar un usuario medio camino del trabajo. Sí demuestra hasta dónde puede llegar un diésel moderno cuando se alinea todo y se conduce con guante de seda.
Queda la sensación de que todavía hay margen
El propio Marczyk reconoce que con temperaturas más benignas y un perfil menos quebrado la cifra podría bajar aún algún décimo. En un mundo donde los titulares corren a batería, un depósito de 66 litros acaba de recordar que la eficiencia también sabe a olor a gasóleo cuando se hace bien. Y el contador de récords no parece cerrado todavía.