2035 bajo revisión ¿Adiós definitivo a los motores de combustión o giro inesperado en Bruselas?

2035 bajo revisión ¿Adiós definitivo a los motores de combustión o giro inesperado en Bruselas?
El veto europeo a los motores de combustión, ¿en jaque?

Cuando la Unión Europea anunció que en 2035 se acabaría la venta de coches de combustión, muchos pensaron que era el principio del fin para el rugido clásico del motor. Sin embargo, parece que las cosas están lejos de estar grabadas en piedra. Desde Bruselas llega un mensaje claro: se avecinan tiempos de revisión y, quizás, de cierta flexibilidad.

La cuenta atrás sigue activa, pero la Comisión Europea ha decidido poner el freno y mirar los retrovisores. La reunión reciente entre Ursula von der Leyen y los grandes jefazos del sector automovilístico europeo ha dejado claro que el camino hacia el coche eléctrico no va a ser tan directo como una autopista alemana sin límites de velocidad.

Bruselas adelanta la revisión: Las reglas del juego podrían cambiar antes de lo previsto

Originalmente, la revisión del objetivo 2035 estaba prevista para 2026, pero los acontecimientos se han acelerado. Antes de que termine este año, la Comisión Europea revisará si ese veto total a los motores de combustión interna tiene sentido en el contexto actual, especialmente con la industria mirando de reojo a la competencia china y a los aranceles estadounidenses.

Durante el encuentro estratégico, el mensaje fue nítido: hay que reforzar el apoyo al sector. La transición al coche eléctrico no solo es compleja, sino que también podría convertirse en un rally cuesta arriba si Europa no ajusta sus expectativas a la realidad.

Furgonetas en el punto de mira: ¿transición más suave?

Si hay un segmento que preocupa especialmente a los reguladores europeos son las furgonetas. Ahora mismo, solo un 8,5% de las matriculaciones en este tipo de vehículos son eléctricas. Para ponerlo en perspectiva, eso es la mitad que en los turismos. Y aquí viene la novedad jugosa: se está valorando permitir opciones más flexibles como furgonetas alimentadas por combustibles neutros en carbono, híbridos enchufables e incluso modelos con autonomía extendida.

Vamos, que si tienes una flota de reparto y te sudan las manos pensando en 2035, puede que aún tengas margen para respirar (y repostar).

La industria pasa al ataque: peticiones claras y urgentes

No es ningún secreto que la patronal ACEA lleva tiempo pidiendo una regulación más pegada al asfalto. Su presidente, Ola Källenius (el mismísimo CEO de Mercedes-Benz), ha insistido en la necesidad de tomar decisiones rápidas si Europa no quiere perder la pole position en esta carrera global. Por su parte, CLEPA (la asociación de los grandes proveedores) va más allá y reclama una revisión sustancial de las normas de emisiones de CO₂, apostando por abrir la puerta a tecnologías neutrales como híbridos, eléctricos extendidos y hasta combustibles renovables.

En otras palabras: menos corsé regulatorio y más manga ancha para innovar sin perder competitividad.

¿Objetivos inalcanzables? Los fabricantes piden pista extra

Que los objetivos europeos son ambiciosos no lo duda nadie. Jean-Philippe Imparato, responsable europeo de Stellantis, lo resumió sin rodeos: alcanzar esas metas es simplemente imposible para cualquier fabricante tradicional. Tesla y compañía juegan otra liga, claro. Por eso, tanto Stellantis como Renault han propuesto crear una categoría propia para coches pequeños y asequibles al estilo japonés (sí, como los kei cars), acompañada de reglas menos estrictas.

Y ojo, también piden relajar el cálculo de emisiones para los vehículos comerciales ligeros, porque si no los números simplemente no salen.

¿Y ahora qué? El futuro se escribe con lápiz… y mucha goma

Aunque aún no podemos lanzar las campanas al vuelo ni guardar las llaves del taller mecánico, algo está claro: Bruselas está abierta a repensar el final abrupto para los motores de combustión. La revisión adelantada podría suavizar el aterrizaje del sector automovilístico europeo en la electrificación total o, como mínimo, darles algo más de margen para adaptarse a una realidad mucho más compleja que cualquier simulador.

Mientras tanto, fabricantes y proveedores siguen empujando para que la UE no se quede rezagada en una industria donde cada décima de segundo, y cada gramo de CO₂, cuenta. ¿Revolución eléctrica sin red? Parece que no. En este Gran Premio europeo, la bandera a cuadros aún está lejos de ondear.